Posted by : MAKUTEROS diciembre 28, 2013



Viajar a INDONESIA - Yogyakarta


Una hora, en una aerolínea indonesia, nos separa del último gran destino de esta aventura: la isla de Java. Ya llevamos casi 6 meses viajando. Es la última semana de viaje. Tenemos sentimientos mezclados, por un lado ya echamos un poco de menos nuestra casa, en Granada, y la rutina del día a día, pero por otro, nos da mucha pena que esto se acabe porque hemos vivido muchas cosas juntos en este tiempo, muchas vivencias, gentes, situaciones.... Estamos muy unidos como familia. Tenemos ganas de bebernos este final de viaje y disfrutar a tope de lo que queda. El sultanato de Yogyakarta nos seduce.

Bali es como un espejismo irreal en medio de Indonesia. Yogyakarta, al sur de la isla de Java, es Indonesia en estado puro. 

En una isla del tamaño de la provincia de Gerona se concentra una población de 140 millones de personas! Indonesia es también el país con + musulmanes del mundo, pero nuestra impresión es que la religión aquí se vive de una manera más abierta y las mujeres juegan un papel esencial e igualitaro en el día a día. La gente es amable, sonriente y amigable. Hay muchos niños por la calle y la población es joven. Hemos elegido un hotel por Internet, nos es este de la foto, pero nos hace mucha gracia encontrar el "femenino" de nuestro albergue, "Makuto Guesthouse", en el otro lado del mundo. Lo inmortalizamos en esta instantánea.


El calor es intenso y el ambiente pegajoso, así que nos desplazamos en el taxi local por excelencia: “Pixhárodóbalú”, similar al ricshaw. El conductor tenía la misma edad que yo, 38 años, pero su extrema delgadez y una vida dura, alejada de las comodidades que yo he tenido la suerte de poder disfrutar, se reflejaban en su rostro agotado y enjuto. Esto me dió bastante que pensar, no se si fue por su mirada triste y apagada, su extrema delgadez, pero es una persona que siempre tengo en el recuerdo cuando pienso en Yogya.



En “Pixhárodóbalú” nos dirigimos hasta el llamado “Pasar Ngasem” (el Mercado de Pájaros). A pesar de la controversia que puede suscitar entre los defensores de los animales, este mercado nos deja boquiabiertos y sin duda se convierte en uno de los más auténticos y coloridos que hemos visitado en estos meses de viaje. Es un mercado enorme y variopinto donde puedes comprar, además de pájaros, peces, animales de compañía, guecos, erizos,  serpientes, ardillas, buhos, murciélagos, iguanas, pollos... Es singular ver a la gente local comprando cucuruchos de grillos, y gusanos para alimentar a sus mascotas.




En Indonesia hay una gran afición al ajedrez. Se juega en la calle, en el suelo, y suele ir acompañado de apuestas monetarias. Antes de irnos del mercado Mateo reta a un jugador local y despierta la curiosidad de algunos visitantes que bromean sorprendidos al ver las dotes del peque. Para ellos es algo raro ver a un niño “guiri” de tan sólo 5 años jugando así de bien al ajedrez.


Desde el mercado ponemos rumbo al Palacio del Sultan: al Kraton. No hay mucha gente y la visita es guiada por obligación. El Palacio está bien, pero tampoco nos parece nada del otro mundo y el monitoreo constante de nuestra guía, que nos marca un ritmo rápido de visita deslucen un poco la experiencia. Nos llama la atención un tam tam gigante de madera que permitía avisar del peligros a cientos de metros de distancia.


El primer sultán tuvo 4 mujeres y  32 hijos; el segundo, fue más lejos y tuvo una prole de 82 hijos con sus muchas concubinas. Este palacio lo construyó el séptimo sultán. En todos los retratos los sultanes se adornan con orejas postizas, tipo avatar. Bajo nuestra mirada occidental parecen orejas de burrito. Nuestra guía nos explica que las orejas eran un símbolo de inteligencia. Ahora mismo, el palacio lo custodian 2.000 guardias y trabajas 200 sirvientes. Aquí vive, Hamengkubueono, el décimo sultán, que no ostenta ningún cargo político en el país y es mas una figura semi-divina para algunos javaneses. Tiene 5 hijas así que cuando muera el titulo pasara a su hermano.


Cae la tarde, comemos algo malo, (arroz con pollo tieso, que ha debido ser cocinado hace bastantes horas y no lo podemos casi ni masticar) y nos vamos a la calle mas comercial de la ciudad: Malioboro Jalan. La prenda local mas valorada aquí es la trabajada con Batik, una técnica de teñido con cera caliente. Personalmente los diseños nos parecen muy recargados, pero es cuestión de gustos, porque esa combinación de estampados imposibles parece encantarles a los indonesios.


Tenemos suerte, es la festividad de la ciudad. Un taxista nos cuenta que estamos en el mes y medio en el que se celebran el “Jarriyaga” javanés; el cumpleaños del sultán; y el “Mauluc”, una fiesta de origen musulmán. Nos acercamos a la feria local. Un auténtico viaje en el tiempo. Disfrutamos de las atracciones mas originales y estrambóticas que hemos visto nunca, engullidos por una atmósfera ensordecedora, pero a la vez envolvente y mágica. Flipamos con la rueda humana. Una peonza gigante a la que subimos con una escalera casera, que 8 chavales atléticos y delgados, hacían girar y tambalearse a ritmo de chunda-chunda con acrobacias y piruetas imposibles. Subimos a lo alto del vertiginoso túnel de motos. Una estructura cilíndrica de madera en la que dos motoristas, sin mas protección que sus cuerpos giraban a toda caña mientras recogían el dinero que los espectadores ofrecían desde la pasarela de observación. Las motos sonaban como truenos y los chicos sin manos, de lado,... ofrecían un show de lo mas surrealista. A modo de caseta de “pasen y vean a la mujer barbuda”, otra atracción ofrecía el acceso a las serpientes pitón mas grandes y gordas que hemos visto nunca. Una de ellas se había comido dos conejos y de lo gorda que era no se le notaban! Un abuelote ofrecía viajes en los típicos caballitos que ponen ahora en los centros comerciales a ritmo de pedal y otro, junto a él, vendía cangrejos ermitaños con conchas de colores. Una noche extraordinaria para recordar. Una de las vivencias mejores de este viaje.



Al día siguiente alquilamos dos motos y conducimos cerca de 40 Km hasta Borobudur. La verdad es que pensamos que estaba más cerca, porque unas chicas del hotel nos dijeron que habían ido en moto, pero estaba a tomar viento y el viaje se hace pesado porque casi todo trascurre por vías principales, sin ningún encanto. Para colmo, al salir comienza a diluviar y la vuelta, con el tráfico y el aguacero se hace muy cuesta arriba.

Borobudur fue construido, con piedra volcánica, en el siglo IX, 3 siglos antes que los templos de Angkor en Camboya. Antes de ser sepultado por la lava del volcán Merapi, servía como medio para instruir a los que querían aprender Budismo a través de las historias contadas en sus 1460 relieves.

Tiene 7 niveles que hay que recorrer siguiendo el sentido de las agujas del reloj. En la base están los hombres atrapados por la lujuria; en las 4 siguientes, en forma cuadrada, los que han superado la lujuria pero están atrapados por su forma y apariencia; en los 3 superiores, con forma circular, 504 esfinges de budas confinados en cúpulas para simbolizar que se han liberado de la lujuria, la forma y la apariencia; coronando el templo reside Buda, el nirvana.


Mateo, en un momento dado, se despista y no lo podemos encontrar. Para colmo, pregunta a alguien y lo envian fuera de la zona donde estamos, a un descampado de la parte baja, donde hay un punto de información al turista. Casi nos da un soponcio dando vueltas y subiendo y bajando niveles, gritando los tres su nombre, hasta que lo vemos abajo, alejándose. No se cuantos minutos pasan, pero se nos hacen eternos.

Volviendo a Burubudur, sin duda es un lugar precioso, en un entorno privilegiado, al que peregrinan miles de fieles cada año en busca de sabiduría y misericordia y visita obligada en Yogya. Nos recuerda, salvando diferencias al santuario de Lourdes porque hay cientos de enfermos y mutilados. Me sobrecoge la imagen de dos chicos jóvenes, sin piernas, compartiendo una misma silla de ruedas. También nos cruzamos con algunos que no parecen disfrutar de "este privilegio" y se van arrastrando. Se me encoge el alma.


A pesar de que en Java el 85% de la población es musulmana a 17 kilómetros de Yogyakarta se encuentra uno de los complejos hindus más bonitos del mundo: Prambanan. Aquí hay más de 230 templos aunque los tres principales son los de: Vishnu, Brahma y Shiva (el más grande), todos orientados hacia el este.



Todavía se están llevando a cabo tareas de reconstrucción tras el daño que causó el devastador terremoto que sufrió la isla en el 2006.




Agotamos nuestros días de viaje no sin antes disfrutar de una de las actividades al aire libre mas divertidas para hacer en familia, el “cave tubing”. Lanzarnos en donuts neumáticos por el cauce del río.

Alumbrados sólo por el haz de luz de una linterna, entre murciélagos, cruzamos la cueva de Pindul y llegamos a un claro natural donde nos damos un chapuzón. Es muy emocionante. Esta actividad, de reciente creación, pertenece a un proyecto global de puesta en valor de la zona, que ha lanzado un joven javanes. Un grupo de ancianos de la comunidad ameniza la jornada tocando canciones tradicionales en una especie de cenador. Se nota que la gente de esta zona admira mucho a este joven emprendedor que, además de crear trabajo, ha sabido dinamizar el desarrollo local aunando deporte y cultura tradicional. Mientras disfrutamos de un te, niños y abuelos se divierten a ritmo de xilofones y gamelanes.




Sin saberlo, hemos dejamos para el final del viaje uno de los destinos que más nos ha enamorado. “Yogya”, como dicen los locales, es rica en cultura y legado, a la vez que caótica y bulliciosa como todas las grandes ciudades asiáticas. Con cierta melancolía tomamos el último vuelo low cost dirección Singapur. Sólo vamos a estar un día en esta urbe financiera, se acerca el final de la aventura Family Run.

MAKUTEROS FAMILY RUN - CAPITULO 26 - ISLA DE JAVA - YOGYAKARTA

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